Y pensar que el mundo seguirá flotando,
los amantes llenándose de césped y
las guitarras vibrando como cigarras.
Dónde estaré yo si yo no estoy, dónde mi
esencia en las aceras inseparables, en los libros
mudos, en los cielos cerrados.
Quién usará mis sábanas, quién recogerá el traje
de la tintorería, quién acabará el gel,
quién beberá el resto de la botella.
Si cierro los ojos el mundo está sin mí,
pero la trampa la descubre el tacto de una
música, el sonido de un recuerdo que me
pone triste, que me hace estar fuera estando
aquí, un imaginario falso,
y mirar alrededor y asustarme de mi
ausencia, de todas las vidas que en la mía
estoy perdiendo, de todos los afectos que
jamás brotarán y por lo tanto de todo el amor
que nunca recibiré, de todas las bibliotecas
cerradas y los aviones que ya partieron y
de los ríos que son venas en un mapa que
solo recorreré con las manos, las que con
torpeza rezan, se abrazan, las que se
asustan porque adivinan su ausencia, las que
sueñan con luces que, no lo saben,
vienen también de estrellas muertas.