Velocidad en los adelantamientos

Un cielo abandonado,
de aparcamiento en domingo.
Estos árboles de ciudad,
que tampoco entienden nada.
Las aceras un damero
donde el premio es no ganar.
Desde el balcón
nunca fue tan puro el silencio y,
a la vez, tan lleno de significado.
En la calle, igual que todos,
trazo un plan de fuga
que me devuelva a la casilla inicial,
al felpudo donde, igual que siempre,
sacudo de cursiva mis pasos.
Cierro la puerta, se abren
el azul y los cuadernos,
dos botes de tinta, una pluma con sed.
Miro un ruido, se fragmenta la luz:
¿fue el miedo o es que el suelo tembló?

 

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