La fecha fue simbólica: era el día de Reyes de 2024 cuando Alba me propuso publicar Odiseo en Plasson e Bartleboom, una nueva editorial cuyo nombre, igual que un topónimo extranjero, lo olvidaba apenas dicho, como si nunca acabara de creerme la noticia. Debíamos aguardar el fallo de un certamen al que había remitido el texto, que Alba deseaba abiertamente perdiera y yo secretamente también. Que hoy Alba esté siempre en mis conversaciones prueba que, a cualquier edad, sobrevienen lazos que anudan tiempos y personas; como si ya hubiéramos compartido un pasado y a la vez previsto el futuro.
