Notas sobre Odiseo (a cargo de Óscar Maif)

Óscar Maif, encomendándose a Dios y al diablo (a partes iguales), ha escrito una reseña de Odiseo que podéis leer en su blog. Si los amigos se definen por regalarte aquello que no esperas, tú lo eres; sigue a continuación el enlace a la reseña y un extracto de la misma. Y es curioso que menciones la novela de Mendoza, porque la estaba leyendo durante mi escritura, así que algo influyó, estoy seguro. Gracias, gracias, gracias, gracias (y faltan por darte).

https://elmaif.blogspot.com/2025/02/odiseo-de-daniel-dilla.html


Daniel Dilla debuta con esta ambiciosa opera prima en la que se atreve a experimentar formalmente en diversos aspectos. Por un lado, me recuerda un poco al debut novelístico de Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta, donde el autor se sirve de diferentes materiales fragmentarios para presentarnos la historia, pero también me acuerda un poco del virguero debut en la novela de Antonio Muñoz Molina con Beatus Ille, en la que igualmente se suceden acciones en distintas épocas y se hurta alguna información al lector.

Las tres comparten una estructura narrativa que rompe con la linealidad cronológica. Beatus Ille presenta una superposición de diferentes niveles temporales y narrativos; La verdad sobre el caso Savolta se construye a partir de la yuxtaposición de diversos documentos y perspectivas, y Odiseo mezcla sucesos del pasado y del presente a través del monólogo interior de su protagonista. Esta fragmentación temporal y narrativa, presente en las tres obras, genera una sensación de desorden y caos que desafía las convenciones tradicionales de la novela. Aunque con diferentes estrategias, las tres novelas presentan una multiplicidad de voces y perspectivas que cuestionan la autoridad de un único narrador. En Beatus Ille, la historia se construye a través de las reminiscencias de varios personajes; en La verdad sobre el caso Savolta se recurre a una variedad de documentos y testimonios y en Odiseo, aunque predomina el monólogo interior de Leonardo, la inclusión de diálogos, la voz del prologuista y las referencias a otros personajes generan una sensación de pluralidad.

La tripleta que analizamos se caracteriza por su hibridación de géneros y materiales. Beatus Ille integra cartas, documentos históricos, diarios personales y recortes de prensa. La verdad sobre el caso Savolta incluye recortes de periódicos, informes policiales, cartas, declaraciones judiciales y otros documentos. Odiseo, por su parte, combina monólogo interior, descripción, diálogo, reflexión filosófica y análisis del proceso de escritura. Esta mezcla de elementos contribuye a la complejidad y riqueza de la narrativa.

ODISEO Y LA CAJA REGISTRADORA

Cuando se vende un libro una parte del precio llega a su autor; otra, al librero que lo ha encargado; una tercera a la distribuidora que lo acercó del almacén a la librería; y una última a la editorial que ha apostado por incluirlo en su colección, y en la editorial a muchas, muchas personas invisibles que visiblemente logran que la editorial exista, pero que en verdad no son tantas, porque los apuros monetarios fomentan el pluriempleo.

Esa larga cadena tiene forma de chip electrónico: es un circuito invisible que sólo se ve en conjunto y cuando sus partes están bien ensambladas. El proceso concluye con la pregunta de si se desea una copia, y ello no deja de ser una metáfora del punto de partida porque, tras cada copia, y aunque sea la de un recibo bancario, se esconde un libro y se inicia una lectura.

Odiseo y los Reyes Magos

La fecha fue simbólica: era el día de Reyes de 2024 cuando Alba me propuso publicar Odiseo en Plasson e Bartleboom, una nueva editorial cuyo nombre, igual que un topónimo extranjero, lo olvidaba apenas dicho, como si nunca acabara de creerme la noticia. Debíamos aguardar el fallo de un certamen al que había remitido el texto, que Alba deseaba abiertamente perdiera y yo secretamente también. Que hoy Alba esté siempre en mis conversaciones prueba que, a cualquier edad, sobrevienen lazos que anudan tiempos y personas; como si ya hubiéramos compartido un pasado y a la vez previsto el futuro.

Odiseo al palo y gol de Messi un minuto después

Cuando Messi marca un gol, lo celebra con la rotundidad de los códigos binarios: podrá haber chutado flojo o mal, pero es un gol. Cuando una sociedad aplaude un libro, su autor titubea, dominado por las ganas de mover comas, podar adjetivos, reducir párrafos. Si algo he aprendido al escribir es a integrar la inseguridad como una parte del oficio. Seguramente que es por la densidad simbólica del lenguaje que las frases nunca acaban en la red, porque ellas mismas son red.

Odiseo no ha estado en la Luna porque la Luna es un lugar remoto y aburrido

Lo que iba a ser un relato breve se convirtió en una novela de ciento treinta mil palabras, cinco narradores y diez años de escritura. En esa década se desplazaron virus y glaciares, ningún hombre pisó la Luna, guardé objetos que más tarde perdí, nacieron los algoritmos, murió un pontífice y supe que cualquier vida es el relevo de otra anterior, pero lo que se mantuvo siempre fiel, siempre cercano, siempre con la fortaleza de un lingote, fue el pulso de una historia que, al ritmo de dos, tres, cuatro pezuñas, corría veloz para luego ser lentamente contada.

Odiseo y el Alzhéimer

En el relato que iba a escribir, la propietaria del perro sería mi abuela canaria. Su olvido de unos macarrones en la compra matutina anunciaría un primer indicio del Alzhéimer. Otro, el no volver tras la compra vespertina a por su animal. Aceptando la invitación de Bennett, el narrador se vería compelido a construir una vida junto al perro, él que pensaba que la vida ya era lo suficientemente complicada como para añadirle un animal doméstico. Lo que yo ignoraba entonces es que la vida a punto de complicarse era la mía.

Odiseo y sus primeros pasos por Londres

Alan Bennett paseaba por Regent´s Park Road cuando, al cruzar frente a una tienda de delicatessen, una mujer lo detuvo para pedirle que vigilara a su perro mientras hacía una compra rápida. Tras aceptar, y durante la espera, Bennett reafirmó su convicción de que la vida ya era lo suficientemente complicada como para añadir la responsabilidad de un animal doméstico. Poco después, las luces de la tienda comenzaron a apagarse, y a Bennett se le encendió la idea de un relato corto en el que la dueña nunca regresaría, forzándolo a construir una vida junto al animal.