Por gentileza de Hermi y con su permiso, reproduzco sus notas a la presentación de Odiseo el pasado 30 de enero en el Colegio Mayor Chaminade, con Juan Gómez Bárcena. Mi letra no debe ser tan buena si traté de escribir babilónico y resultó… no sé qué.
El día 30 de enero, la tarde de la presentación de la novela de Dani, llegué con tiempo de sobra. Decidí bajarme una estación antes para deambular un rato por el barrio, casi nunca transitado por mí. Madrid tenía ese cielo puro, carioca, de los atardeceres fríos de invierno. Edificios extraños, perspectivas no vistas antes, colegios mayores, jóvenes deambulando de aquí para allá. La Complutense está cerca. Bares con poca gente. Son las siete de la tarde y aún no han llegado los noctámbulos.
Cuando llego al Chaminade veo a poca gente. Decido tomarme un café en la cafetería y veo sentado a Carlos Gallego, un Ilustre conocido. Abogado pucelano de voz radiofónica y conversación libresca. Nos dimos un abrazo y nos pusimos al día. Estaba ya ojeando el libro de Dani. Que yo sepa es el único de los Muñozmolinianos que ha estado en mi casa. Vino hace años con una mujer simpática, alta y elegante (tenían una cena cerca de mi casa) y nos tomamos unas cervezas mientras les llegaba la hora. Me encantan esas visitas improvisadas que se interesan y preguntan por la vida de uno y por los libros de las estanterías.
Cuando llegamos al salón de actos me sorprendió la cantidad de gente: casi todas las butacas ocupadas y público de todas las edades, como en un teatro infantil donde van niños, padres y abuelos. Presentaba Juan Gómez Bárcena y nuestro autor. Antes y por si acaso salí y compré un ejemplar. Pocos quedaron al final del mogollón que había al principio. La joven vendedora ambulante de la librería Alberti estaba contenta. Me dijo que estaban vendiendo más que en la Telefónica cuando tenían otras presentaciones allí de escritores con más fama. La charla-presentación fue de lo más perimetral a lo más concreto, de la vida de alguien que escribe, qué significa hacer una novela, aspectos biográficos, la construcción de un texto o de ese texto en particular. Qué autores o autoras le han influido más. Mencionó a Proust, Virginia Woolf, Kafka e Ítalo Calvino entre otros. Se ve que Dani tiene oficio y ha frecuentado talleres literarios. Nos informó que siempre lleva una libreta donde va apuntando cosas sin parar. Tiene una letra preciosa. Se ve que no tiene nada que ver con lo “facultativo”. Carlos me dejó asombrado por saber la marca y el modelo de la pluma de Dani al firmar. Puede ser un novelista primerizo pero no es la primera vez que escribe. Recordemos que ya atesora varios premios literarios. Ambos hablaban con soltura. Se ve que Juan (y Dani) se dedica entre otras cosas a hablar en público, cosa tan ajena a mi personalidad y que por eso admiro tanto.
El caso es que el tiempo se fue enseguida y comenzó el turno de preguntas. Un niño levantó la mano y se dirigió a Dani como “tío”. La gente se rio y Dani se disculpó “¡no me llames tío!”. No hacía falta, enseguida nos dimos cuenta que aquel salón estaba lleno de familiares, de amigos y de admiradores como nosotros. Después de contestar a una docena de preguntas del público en torno a su novela, estilo, longitud, idea principal, trama, personajes, voces… levanté la mano y pregunté a Dani sobre lo material, sobre el aspecto materialista del libro: si le había gustado el libro como objeto. Confesó su sorpresa al darse cuenta que días antes esas palabras circularan por su ordenador y ahora estuvieran en ese libro, con el aspecto imperecedero, incorregible, de lo allí escrito. Quise recordar lo que dice insistentemente Trapiello: que un mismo libro dice cosas distintas en ediciones distintas. El dibujo de la portada es muy bonito, el tamaño es perfecto y el papel, ligeramente amarillento, agradable. Bonita tipografía. La editora allí presente, de la editorial Plasson y Bartleboom, le advirtió a Dani que a ver qué iba a decir. El libro está muy bien editado y les felicité a ambos por ello.
A la salida nos fuimos a esperar a la cola de las dedicatorias. Qué emocionante ha debido ser para él. Le pedimos a una señorita que nos hiciera una foto a los tres. “Y también para Hermi, lector babilírico (o ¿babilístico?) que cada enero me abruma felizmente con su itinerario de lecturas. Gracias por venir”. Qué majete que es. Si alguna vez hemos cuestionado si una obra debe sufrir por cómo de cabrón o no es el autor, con Dani hemos de decir que su obra debe ganar por cómo es él.
No nos quisimos quedar a su invitación a tomar algo. Era tarde. De vuelta al metro fuimos Carlos y yo charlando de lo más animados. Tarde más que agradable. Él se cogió el Circular para un lado y yo para el contrario, prometiéndonos ver en Valladolid no tardando mucho. Le pregunté por su nieto de quien nos envió unas fotos hace unos pocos años. “Debe tener seis o siete años, ¿no?”, pregunté. Doce ¡doce años! tiene el nieto. Nos hacemos viejos sobre todo en los demás.