Antes dormía un señor que vivía aquí.
Se fugaron el sueño, el espejo y el hoy.
Ay relojes insomnes, no me queda sino
deciros una verdad: ese hombre era yo.
Las agendas de los otros devuelven la noche
a oficinistas que dicen: no somos nada.
Ellos también cenan menestra, también riegan
macetas y bostezan frente a la pantalla.
Pero tras la misma pared distintas almas.
Pues si a todos nos ocurren las mismas cosas
por qué tu tórax de guijarros y por qué
yo calculando los minutos y las horas.
Por qué tú en vuelo alegre a regiones celestes,
en la piscina tristeza de colchonetas
apiladas, y por Chamartín zombies que
cruzan andenes pegajosos de resaca.
Vuelvo la mirada al cuarto: un alba da forma
a la ventana (está exhausta). En la calle observo
lumbago de farolas y el despertador
se burla y me expulsa de este colchón sin tiempo.
De nuevo la luz: gente que reclama su
equipaje perdido, escuecen las pupilas,
se besan los amantes y en el buzón se
me amontonan ofertas de comida china.
Por un misterio que aquí celebro se vuelve
al origen: una vela se enciende, fieles
que rezan, la pelota rueda, trenes que
parten. Me salgo de la salita de espera.
El sueño que ayer se escapaba a los demás,
a los arrabales y las casas con patios,
El sueño que se marchó sin decirme nada
ha regresado: eres nube y lo hinchan mis labios.
Ahora hay un señor que duerme aquí: soy yo.
Dani, qué bonito, ¿es tuyo? ¡Felicidades!
Gracias Inma, sí, es mío, me alegra te guste porque con la poesía me siento más inseguro (aún) que con la prosa, así que le doy a todo mis vueltas y no sé si llega luego a algún sitio lo que hago, así que si te ha gustado ya ha merecido la pena. Saludos.