Fisac y Wright: arquitecturas soñadas

La destrucción del patrimonio arquitectónico es un desprecio a los valores estéticos de la comunidad a la que pertenece. Lo pienso después de leer la noticia de que un edificio de Frank Lloyd Wright en Phoenix (Arizona) se enfrenta, como si fuera un reo inocente, a su demolición. La casa, diseñada en 1952 para su hijo y nuera, desaparecerá si el gobierno local no consigue declarar el edificio como protegido. 

Ha venido a mi memoria el arquitecto español Miguel Fisac y la Pagoda, su famoso edificio levantado a finales de los años sesenta y que servía de sede a unos laboratorios farmacéuticos. La Pagoda de Fisac era cada verano una de mis últimas imágenes infantiles de Madrid, cuando mi padre dirigía hacia ella nuestra atención somnolienta, pues éramos niños y nos llevaba al aeropuerto para embarcar en un vuelo nocturno rumbo a Tenerife. De un racionalismo puro, sus volúmenes octogonales de hormigón, girados uno sobre el otro cuarenta y cinco grados, y coronados en un pináculo, daban el sobrenombre a la torre. 

La Pagoda fue demolida en el año 1999, sin que ni la belleza ni originalidad de la obra lo salvaran de la locura de su derribo. El Ayuntamiento de Madrid, entonces dirigido por Álvarez del Manzano, olvidó incluirlo en el catálogo de edificios protegidos, y tampoco hizo memoria para arreglar luego el error. Ahora este edificio solo existe en fotografías, vídeos y en la memoria menguante de aquellos que lo vimos, apoyado junto a la carretera de Barcelona, con sus cinco alturas giradas una sobre la otra, como si un niño hubiera jugado y movido los planos. Dentro de una generación no quedará nadie que lo viera erguido, mirando el tráfico desde sus volúmenes en punta.

Tras la enérgica pero inútil protesta por su demolición, el Ayuntamiento de Madrid ofreció a Fisac levantar nuevamente el edificio; el arquitecto se negó a falsificar su obra en otro tiempo y lugar. Decía Fisac, tomando palabras de Lao Tse, que la arquitectura es el aire que queda dentro, y ya no era posible imitar las mismas circunstancias. Lo más duro de la historia de la Pagoda, y que puede que se repita ahora con la casa de Lloyd Wright, es que ni siquiera la belleza de una obra lo hace indemne a la sinrazón humana. Cree uno que la belleza puede servir como freno a la destrucción, que es la muerte, pero a veces ni siquiera la belleza es suficiente.

 

Enlace muy interesante al vídeo de la vivienda familiar que construida por Frank Lloyd Wright en Arizona: http://www.youtube.com/watch?v=oocqyc2hYok

 

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