Verdi dejó dicho: El artista debe escrutar el futuro, ver en el caos nuevos mundos; y si en el nuevo camino ve muy al fondo una lucecita, no debe asustarle la oscuridad que le rodea: debe caminar, y si alguna vez tropieza y se cae, levantarse y caminar siempre derecho.
El Réquiem de Verdi es una cumbre alcanzada. Un cénit de luz contra un mundo de sombras. Nosotros, todos los demás, caminamos a oscuras, escuchando este Réquiem con una mezcla de admiración y miedo. Una música de difuntos tan hermosa que parece una celebración de la vida. Puede ser que celebremos la vida porque al final es lo único que conocemos. Puede ser que Verdi, desde esa cumbre, alcanzara a ver algo que a nuestra mirada escapa.
Caminar, tropezar, caer, levantarse, caminar. Y en la mano un arpón que pide luz. Prendido, atravesamos el silencio oscuro de los días. Caminar.