La noche está pegada a mi ventana.
La noche dice: estudia, estudia y repasa.
La vista en los papeles,
la memoria en la cocina,
en el baño,
en alguna novela,
la memoria a la azotea,
salta de casa en casa,
y en tres párrafos,
rotulador amarillo,
subraya la fachada. Resumiendo:
tengo ganas de comerme un bocata de calamares
porque la pared del dormitorio hace el amor y
para Locke somos una tabula rasa, y la experiencia
es la base del conocimiento.
¿Qué pienso, qué resumo, qué digo?
¿Qué quiero? ¿Qué hago? Soy ausencia de datos:
un conjunto vacío infinitamente cansado.
Alarma de luz. En la cocina
el café avisa con su temblor
el temblor de mis manos.
Los apuntes me persiguen por la calle, el metro
los bulevares. En la ventana
dos niños balancean un columpio; me consuela
saber que en un rato,
bajo esta misma mañana de sol,
todo,
absolutamente todo,
será desmemoria, luego naufragio.