Por una fiesta silenciosa

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Se asustan, ladran, no quieren salir de casa, se esconden debajo de la cama, tiemblan y pierden el apetito, si están sueltos en la calle cambian de ruta, huyen y, en caso de que su propietario no les encuentre, puede que mueran atropellados. Todo lo anterior es evitable, y por lo tanto podría no haberse escrito, pero si lo escribo es para expresar el pánico reciente al advertir que tu perra no te sigue, quitarte los cascos, girarte, descubrir que ha desaparecido de un radio amplio, infortunio de una ausencia, gritar, gritar de miedo, callar, silencio, no saber qué hacer, mirar con inutilidad el móvil, transcurrir unos minutos eternos, el tiempo nunca es lineal, y por fin encontrarla, allí está, aquí estás, escondida, ay Volguita, ovillada de miedo al abrigo de unos hibiscos, y con el alivio nuevo preguntarse uno el por qué de esos niños que salen a la calle, que rompen el silencio, patrimonio de todos, una brecha de ruido en un goce que es sólo suyo, y disfrutar ellos viendo cómo estalla el cielo, que es de todos, sentir que el suelo retumba como una batería antiaérea, y los perros entonces se asustan, ladran, no quieren salir de casa, se esconden debajo de la cama, etcétera.

Quiero pensar que, como en tantas situaciones, la solución es educativa: la naturaleza humana, por algún sedimento del pasado, asocia la fiesta con la algarabía. Parece que no hay mejor manera de celebrar el goce que provocando ruido, como si fuéramos seres involucionados comunicándonos por golpes. También quiero pensar en la racionalidad de aquellos padres con mascotas, que saben bien de lo que escribo, y que no comprarán nunca a sus hijos estos artefactos. Se reducen los culpables, y sólo queda un sospechoso, el desconocimiento, y por eso que el fin de estas palabras advertir de esta realidad a quien la ignora y, con el dedo sobre los labios, pedir silencio, que es un patrimonio de todos, y por lo tanto propiedad de nadie. Lo más hermoso e intenso en la vida nunca es el ruido, sino lo que se dice a media voz, lo apenas susurrado. Para que la fiesta sea de todos, de hombres y animales, hace falta silencio. Gracias al silencio, el suelo que pisamos y el cielo que nos observa será un todo, el giro único de una luz, como antorchas en un baile de pueblo, y será una fiesta, y será silenciosa, y será de todos.

Un pensamiento en “Por una fiesta silenciosa

  1. Pues sí, totalmente de acuerdo. Sin hablar además de lo peligrosa que es la industria pirotécnica, y la de muertes y daños absurdos que escuchamos cada año….
    Desdeluego nunca nunca nunca compraré un petardo a Gaël, es más, le haré de la brigada anti-petardo y pro-silencio.

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