La edad correcta

El tercer ejercicio de escritura propuesto por Jorge de Cascante consistía en escribir «otras 400-500 palabras sobre un primer día en un colegio nuevo que supone una amenaza (real o inventada, no pasa nada si no es experiencia propia), pero escritas con el estilo de algún autor o autora que os mole mucho. Puede ser un primer día en un trabajo nuevo, si no se quiere forzar lo de la voz infantil o adolescente».

Haciendo caso a medias del enunciado, decidí escribir desde una voz adolescente, sí, sobre una situación de amenaza (la adolescencia es siempre una amenaza), sí, pero fuera de un entorno escolar, aunque a las puertas de un entorno escolar; a ver si logro vuestro aprobado. La voz elegida fue la de Leila Guerriero, claro está.

Soy un niño que lame sus cicatrices.

Ayer conocí a otro que no había visto el mar. Le dije que pasé el verano en un cuartito de cemento, con mis hermanas y mi madre y un ventanuco abierto a las olas. Lo que no le dije es el diario que escribo y escondo bajo el colchón. Se lo regalaré a mi padre, porque lo veo poco. Mamá y yo pasamos muchos días de agosto en ese cuartito. Mis hermanas siempre estaban tomando el sol junto al mar, y se ponían cada vez más morenas, más atractivas, más delgadas. Yo me tocaba el labio, porque ahora tengo bigote, algo de pelusilla, no sé. Una tarde caminé lejos y me siguió un hombre. Aceleré el trote, corrí, alcancé la ciudad. Tuve miedo pero no dije nada a nadie, es mejor no decir nada a nadie. Había un viejo que me preguntaba si tenía amigos, si me gustaba jugar. Yo respondía en silencio: era tan evidente.

Hoy estoy triste, comienza el colegio, todo es nuevo y también el arma. Papá llamó justo al volver de la playa: escuché a mamá en el patio y sé bien cuándo hablan y cuándo no. Me gusta escucharlos hablar. Lo que no me gusta es el bigote. Mama dice que es un buen signo porque prontito me haré mayor y podré hacer más cosas y podré estar solo. No sé, yo no quiero estar solo. Le pediré una cuchilla de afeitar a Ariel, somos amigos y su papá viene mucho sábados por casa, hace bien la barbacoa y mamá parece feliz.

Ahora mamá husmea mi mochila, saca la pistola y dice que eso no va al colegio, pues no tengo edad para jugar con armas. ¿No estaba haciéndome mayor? ¿O siempre seré un niño que lame sus cicatrices? Mamá se toca el pelo, yo el bigote, pienso en papá y me pregunto cuál es la edad correcta, pienso en papá.

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