Cierre de año

Una noche más las ovejas no se dejaron contar, y hoy, a ti, esta noche, te toca contar, contar butacas y sillas y mesas de una fiesta de Año Nuevo, pero eso será más tarde porque ahora, ahora amanece afuera, es apenas un indicio, un murmullo de motores, una lama de luz, y lo que no es indicio sino cierto, lo que es cierto es que hay una melodía en tus labios, una melodía infantil, feliz, inesperada, una melodía que silbas aunque ya no estás en edad para silbar, son cuarenta y tres años camino de la ducha y allí seis correos en el móvil, ¡seis!, seis correos que dicen ser nuevos pero, en verdad, no, no son nuevos, son siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre idénticos, idénticos igual que la guitarra aprendiz y el café áspero, igual que la ducha y el gel con aromas de un país que no conoces y que nunca visitarás, y justo de ese país hablan en la radio, y ya sabes que es treinta y uno de diciembre y no sabes que ayer el Madrid jugó y empató, y ya sabes que debes pensar en nuevos proyectos y no sabes que la hidratante es de mañana y de noche, ¡de mañana y de noche!, y hablando de noche no sé si recuerdas que hoy, después de la oficina, te toca inventario de butacas y sillas y mesas en un hotel, te lo repito porque últimamente olvidas con facilidad todo lo importante, y a lo mejor ahí está el problema, que tu vida no lo es, y por eso olvidas también que sería fácil, tan fácil, ¡tan fácil hacer un giro!, pero si lo meditas demasiado puede que te marees, que pierdas el equilibrio y caigas, que incluso te hagas daño y llegues tarde a la oficina, así que gira el volumen, apaga la radio, aprieta, aprieta el nudo de la corbata, no pienses, coge aire y el móvil, cierra la puerta y sal a contar, auditor, la vida en fiesta de los demás.

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