Breve manual para ser feliz

A mediados de febrero, participé en un taller literario a distancia organizado por Jorge de Cascante. De 18:00 a 21:00 durante viernes, sábado y domingo, el autor y editor de Blackie Books compartió rutinas de escritura, técnicas, trucos, y un montón de ideas y libros para animarse a escribir. A los quince participantes nos mandó cuatro ejercicios de escritura, en tandas de dos, y que, en la siguiente jornada, fueron leídos y analizados por Jorge y el resto de alumnos. El primero consistía en «escribir 400-500 palabras sobre el momento en el que más te enfadaste en toda tu vida (cualquier enfado grande, vamos, si no es el mayor enfado de tu vida no pasa nada, queda a vuestra elección) pero evitando utilizar cualquier campo semántico relacionado con esa emoción (enfado, rabia, furia, decepción, angustia, puño apretado, etc.)». A continuación sigue mi respuesta; ignoro, como habitualmente, si tiene algún interés. Lo que sí tengo claro es que todos los alumnos del taller gozamos muchísimo de la experiencia, así que recomendada está. Podéis contactar a Jorge a través de esta dirección: xcascantex@gmail.com

Para escribir entre 400 y 500 palabras sobre el peor enfado de mi existencia, de mi jodida existencia, debería existir tal momento, pero no existe, y no porque sea una persona beatífica, ja, sino más bien porque vivo a lomos de un enfado, en un malestar sin pausa, y necesitaría entonces 400 o 500 palabras al minuto para escribir y describir esa planicie de subnormales que nos joden la vida, y a la imposibilidad de citar un hecho, ¡un solo hecho!, cuando el mundo es una constante de mierda, se añade la prohibición de usar palabras asociadas con ese malestar, palabras como enfado, rabia, furia o angustia, y que son mi desayuno diario, y si no puedo usarlas cómo explicar mi ira, perdón, RAE, ira, antónimo, calma, cómo explicar mi frágil calma cuando me obligan a construir un texto en apenas veinticuatro horas, manda cojones, cuando busco relajarme y cierro el ordenador mientras me cago en todo, perdón, RAE, cagar, antónimo, envalentonarse, cuando envalentonado cierro el ordenador, acepto el desafío, bajo a la pastelería a por un dónut y me encuentro, sorpresa, a un carcamal que compra dulces con una morosidad que me desquicia, perdón, RAE, desquiciar, antónimo, enquiciar, ¿enquiciar?, enquiciar, poner en orden, ok, sí, de acuerdo, cómo explicar una morosidad que enquicia mis nervios alborotados,  cómo explicar también la morosidad de un viejo que tiene el pulso de un sismógrafo y elige los dulces diciendo este, ese, no, ese no, aquel, sí, no, no, aquel no, sí, dos, de aquellos dos, o tres, el aire de la pastelería llena de adverbios y demostrativos y mi mente cargada, cargadísima de mala hostia, perdón, RAE, hostia, antónimo, no hay antónimos de hostia, ¿ves Jorge de Cascante que ni la Real Academia nos da alternativa?, buscaré sinónimos, ok, RAE, hostia, sinónimos, eucaristía, ¿eucaristía?, oblea, ¿oblea?, barquillo, ¿barquillo?, ok, no hay más sinónimos así que el carcamal seleccionando sus pasteles y mi cabeza cargada de barquillos, de ansia por zampar la misma merienda que la de mis abuelos, dinosaurios como el que ahora, por fin, se decide a pagar de una bendita, eh, eh, ya le cogí el truco, vez, y subir por fin a casa y subirme por fin el azúcar y respirar por fin tranquilo ya que esta forma de sentir la vida, aunque no lo crean, te hace ser un hombre relajado y feliz, y desde aquí la recomiendo.

Deja un comentario